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Triptico Evangelistico - COVID123

¿Estás listo para encontrarte con tu Creador cuando llegue ese día?

Nunca te imaginaste ser parte de la generación que enfrentaría una pandemia mundial, sin embargo, así es, una pandemia por causa de un virus que llegó para quedarse, un virus que ha traído miedo, incertidumbre, angustia, escasez, desempleo, dolor, y muerte en muchos de los casos, un virus mortal que se suma a la lista de virus y enfermedades que arrebatan la vida de las personas. Un virus que ha sacudido al mundo y nos recuerda la fragilidad de la vida.

Ante una pandemia como la del COVID, el tema de la muerte es algo que no podemos ignorar, la muerte que experimentarás un día ya sea por causa del COVID o por cualquier otra causa, ya sea por vejez, enfermedad, o accidente.

Todos moriremos, esto es algo que todos sabemos, pero pocos pensamos en las consecuencias.

Sería bueno pensar que las consecuencias de la muerte son la muerte misma y que ahí termina todo, este es un cuento de hadas que muchos han querido adoptar como verdadero, sin embargo, la verdad es esta, que la muerte es simplemente un proceso de transición que nos lleva a un encuentro con nuestro Creador, un encuentro que todos tenemos garantizado, tan garantizado como la muerte misma.

¿Estás listo para encontrarte con tu Creador cuando llegue ese día?

La palabra de Dios nos da esta revelación:

“Y así como cada persona está destinada a morir una sola vez y después vendrá el juicio” (Hebreos 9:27)

Según el pasaje, cuando mueras vas a ser juzgado, no por los hombres sino por tu Creador. El estándar bajo el cual vas a ser juzgado no es el de los hombres sino el de Dios, y la justicia que Dios espera encontrar en tu persona para aceptarte ante Su presencia por la eternidad es una justicia perfecta.

 ¿Posees ese tipo de justicia?

¿Has considerado que cuando mueras serás juzgado por el juez más justo del universo entero?

“El SEÑOR es lento para enojarse, pero su poder es grande y nunca deja sin castigo al culpable.” (Nahúm 1:3)

Dios en Su Palabra declara que desde Su perspectiva no hay ningún inocente, según su estándar de justicia y rectitud, todos somos encontrados culpables.

“Como dicen las Escrituras: No hay ni un solo justo, ni siquiera uno. Nadie es realmente sabio, nadie busca a Dios.” (Romanos 3:10-11)

Puede que en este momento estés pensando, pero yo no soy tan malo, soy más justo que el violador, el ladrón, el asesino, el secuestrador, si piensas así lo único que estas demostrando es cuánto ignoras el carácter de Dios, y cuánto necesitas Su misericordia, pues la medida por la cual serás medido no es la del estándar de los hombres sino la de Dios, y según su estándar de Santidad, de justicia perfecta, todos nosotros nos hemos desviado, debido a que no vivimos según el estándar de justicia perfecta.

Tu pecado más pequeño o tu pecado más grande, eso que haces, piensas, ó apruebas de otros que ofende a Dios, te separa de un Dios Santo y airado por el pecado de los hombres.

¿Te parece muy severo?

Piensa en esto:
¿Qué novia se compraría un vestido de novia con una mancha de tinta negra lo suficientemente grande para que todos en la ceremonia de bodas la puedan ver?
¿Qué persona en sus cabales se tomaría un vaso con agua 99% potable y 1% estiércol?
¿Qué persona que teme el contagio del COVID, no desinfectaria al 100% un objeto que sabe estuvo en las manos de una persona con COVID?

Si nuestro estándar de perfección en estos ejemplos es tan alto, porqué se nos ocurre pensar que Dios tiene que pasar por alto la imperfección de nuestra conducta. Donde muchas de las veces no solamente no hacemos lo bueno que debiéramos hacer, sino que hacemos lo malo que no deberíamos hacer, y ambas cosas ofenden a un Dios Santo como tu Creador
.
“A aquel, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado.” (Santiago 4:17)

Hay un virus más mortal que el coronavirus, hay una muerte más severa que la de tu cuerpo, y hay una justicia más grande que necesitas tener para ser declarado justo delante de los ojos de tu Hacedor.

El virus se llama tu pecado, la muerte que trae como consecuencia, es una muerte espiritual y eterna, y tu propia justicia no será suficiente para ser acepto ante la presencia de un Dios tan Santo y Justo como tu Creador.

De forma que lo que necesitas no es una balanza para que Dios pese tus obras malas y tus “buenas obras” superen el peso de las malas. Lo que necesitas es Misericordia y ser encontrado por Dios con la justicia de alguien más, Jesús el Hijo de Dios es el medio por el cual puedes obtener esa justicia que te da acceso a la presencia de Dios y remueve el juicio en tu contra, pues Él llevó tu pecado en una cruz.

Jesús tomó tu lugar y pagó por tus pecados, sufrió el castigo por el pecado y vivió la vida perfecta que se demandaba de ti y que no has podido vivir. Jesús sufrió tu muerte y el castigo divino, Jesús recibió la ira de Dios para que tú pudieras escapar la ira, Jesús resucitó al tercer día venciendo así el poder del pecado sobre tu vida y el poder de la muerte bajo el que vivía la humanidad.

Dios sabía de tu más grande problema, del virus de tu pecado y de las consecuencias sobre tu alma, entonces en amor envió a Su Hijo Jesús, el Dios-hombre, para tomar tu lugar, pagar por tus injusticias, y de esa forma el ser a su vez justo, castigando el pecado en Jesús, y justificando al rebelde por la fe en Jesús, cuando por creer en Su sacrificio se nos trasfiere su justicia perfecta, de forma que ante los ojos del Santo Creador, somos vistos como puros y sin pecado, pues nos ve vestidos con la Justicia de Su Hijo Jesús.

Si COVID no te ha matado, algo más lo hará.

¿Estás listo para encontrarte con tu Creador cuando llegue ese día?

NO esperes a que llegue ese día, humíllate y ven a Jesús, arrepiéntete de tus pecados y pon toda tu confianza en lo que Jesús ya hizo para darte vida en Su Nombre, ahora vive para Dios, en sus términos y para Su gloria, y deja que el Espíritu Santo de Dios, el cual nos es dado a todo aquel que en verdad se ha arrepentido y ha creído, te guíe en los caminos de Dios, en obediencia a Su Palabra.

 “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él” (Juan 3:16)

Si deseas saber más sobre este mensaje, contáctanos y con gusto te hablaremos más sobre la oportunidad que aún tienes para ser salvo de la ira de un Dios airado por el pecado, pero tan amoroso que se dio a sí mismo para salvarnos.

Escucha este mensaje del Evangelio que salva las almas, y clama a Dios para que te salve por los méritos de su Hijo Jesús, ve a la siguiente dirección de internet para escucharlo:

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